jueves, 26 de mayo de 2022

 

77.- EL CIRCULO DE PROTECCIÓN


Usualmente veía en las películas, tan de moda en la adolescencia, esas amigas que estaban juntas desde chiquitas, las mamás daban a luz en el mismo hospital y como nacían en fechas cercanas, compartían cunero. Luego de eso siempre vivían en la misma calle, luego el mismo colegio y para cerrar con broche de oro la misma universidad, en algunas películas hasta se casaban el mismo día y con chicos que también eran mejores amigos; claro y como escena final, los hijos de ellas eran mejores amigos también; después de tanto lavado mental y tantas películas mal escritas- algunas peores que otras, no puedo creer que alguien permitiera poner algo tan malo en el cine- me dije a mi misma que eso era lo que quería yo. Ni corta ni perezosa empecé a buscar las personas con las que podría coincidir en la mayoría de los puntos anterior mente nombrados, y la verdad que eran muy pocas, junio no había sido un mes popular para nacer, así que empecé a ampliar el rango de la búsqueda. No entraré en detalles pero una de las primeras “amigas” que tuve, se portó tan mal conmigo, que me ha costado muchos años poder perdonarla, olvidar lo poca cosa que siempre me hacía sentir, pero como en los refranes de viejitos yo siempre estaba mirando para la izquierda, pero no me daba cuenta de quien estaba  a mi derecha. Han pasado ya muchos años y muchos fracasos amicales en mi vida, uff me he equivocado tanto y he dejé pasar tantas personas maravillosas en mi vida por escuchar a las personas que no debía, que de un tiempo aquí, he decidido dejar de escuchar a otras personas y escucharme solo a mí. Tengo la fortuna de haber tenido una persona maravillosa siempre a mi lado, aquellas que están siempre ahí, calladitas detrás de la puerta, esperando que te den el portazo para darte la mano y salir adelante, ahora a mis 30 y pocos me he dado el tiempo de sentarme a ver álbumes y ¡carajo! Está en todas mis fotos, no había cumpleaños que se perdiera, en mis competencias deportivas y en sus fotos familiares estoy hasta en casas que ninguna de las dos recordamos de quien era, pero estamos siempre en la vida de la otra. Recuerdo que mi primer acto delincuencial fue con ella: recuerdo vívidamente al perro que nos perseguía mientras íbamos disfrazadas de pastrulas, mi primera borrachera también: me recuerdo rodando de las escaleras con ella; cuando me vine a vivir a otra ciudad, ella puso en una bolsa todos sus peluches y me los regalo para que no me sintiera sola y en ese tiempo nos mandábamos tantas cartas – a mano, si en ese tiempo la hora de internet costaba 5 soles, así que no nos salía rentable el negocio- me recuerdo tiñéndole el pelo, haciendo pijamadas en su casa, recuerdo a  mi mamá preparándole su comida favorita, recuerdo todo – que no me falle la memoria nunca por favor.

 Recuerdo también cuando me dijo que se iba a vivir a otro país y que no iba a venir en buen tiempo, no nos vimos creo que por 5 años, sino fue más, y al volver a vernos fue como si hubiera sido ayer, la memoria del corazón le dicen.  Hace poco paso por un momento difícil, perdió una persona de su vida y yo no estaba en la misma ciudad que ella, me tomó una hora decidir el viaje, pero aproximadamente unas 7 buscar hospedaje para dejar a la bendición – la perrhija- conseguir pasaje y decidir que tarjeta iba a reventar. Me detengo aquí para hacer una pausa importante, solo tuve que hacer una llamada y el ejército femenino de mi familia ya me tenía todo resuelto: que rico es sentirse siempre respaldada y cobijada por la gente que amas y admiras, no hubo cuestionamientos, ni explicaciones que dar, me resolvieron la vida en 30 minutos y me esperaron con la camita caliente. Es cierto que viaje para darle apoyo a mi mejor amiga, pero hacía tanto tiempo que yo no me sentía tan respaldada, ella siempre encuentra la forma de hacerme sentir que está ahí para mí, que aunque millones de kilómetros nos separen físicamente, ella con verme sabe lo que me pasa y me da 500herramientas para que lo solucione y que yo sienta que ella me va a dar la mano siempre. Debe de haber un tipo de magia genética entre la familia, al menos entre las mujeres de mi familia, que con una sola mirada o con solo la presencia, no hace falta ni hablar, ya saben qué es, ya saben dónde es y lo resuelven, pero ya; no tengo espacio a negarme o a oponerme, ya las cosas están hechas, solo toca agradecer y caminar. Fueron 24 horas en mi casa y volví con la batería recargada al 100% y con dos bolsas enormes de comida- arroz, azúcar, carne, fruta, enlatados  y hasta comida para la bendición- me subí al bus y  me sentí tan bendecida, es tan hermoso sentirse tan querida, tan protegida, tan respaldada, en 24 horas en Tacna me dieron un abrazo al alma tan fuerte que una semana después todavía puedo sentirlo. Tengo personas hermosas a mi lado, tengo mujeres hermosas a mi lado: valientes, amorosas, guerreras, incondicionales, amables, renegonas, locas, alegres, trabajadoras, pero sobre todo PRESENTES, no vivo con ninguna eh! Porque con la que vivía, se nos adelantó y gestiona milagros desde el cielo –ya va tocando unito por acá Marujita- pero carajo! Como las siento presentes en cada paso de mi vida, desde que me duermo hasta que levanto, las siento aquí, abrazándome el alma, haciendo un circulo de protección para mí, para que sea feliz, para que vaya segura por este camino tan difícil que yo decidí tomar y el que ellas, aunque puede que no les guste, me acompañan desde lejitos y cerca siempre para darme la mano cuando me tropiece y levantándome de un solo grito cuando me quiero caer, que rico sentirse así de amada.

lunes, 25 de abril de 2022

76.- MI CASA CON ESPIRITUS


Sí, estoy tomando una referencia muy cercana al título de unos de los best seller de mi muy admirada y escritora favorita Isabel Allende, pero de hecho lo mío tiene poca relación – o tal vez si- con el hermoso libro de mi amiga la Chabe. Desde que termine de escribir el número 75 (Florecer), me quede pensando en mi casa, está en la que vivo, que es la casa de mi abue, mi Maruja, en la que viví con ella muchos años felices – los más felices puedo decir- y en la que vivo hoy sola, acompañada de mi fiel hija perruna Bernarda. Una pregunta común de la gente cuando saben que vivo sola es ¿no te da miedo? Y cuando saben que vivo en una casa vieja, donde muchos de los que fueron sus habitantes ahora están en otro plano, me dicen ¿NO TIENES MIEDO? Siempre la respuesta es no.  Cuando volví a esta casa, luego de la muerte de mi Maruja, cuando volví a esta casa enorme, donde siempre estuvimos las dos, ahora yo sola, sentí que mi corazón se hacía más chiquito, como si se hiciera bolita él solo, casi fue un santuario para mí al menos por un año, cuando finalmente me decidí a –al menos-  mover alguna cosa de lugar. Repasando la historia de esta casa, sumando y restando, toda mi familia ha vivido un tiempo aquí, desde mi bisabuela, mis tíos, mi madre, mis hermanas, mis primos, mis tíos abuelos, creo que no hay alguien que no haya tenido una temporada aquí, la casa familiar, la casa a donde todos podían ir, la casa donde siempre hay camas y baños – algunos ubicados en lugares muy extraños como en medio del patio-  baños para todos – limpiando el jardín, limpiando debajo de la escalera que va al segundo piso, encontré un bajo, 36 años para enterarme. Hay 3 pérdidas que me han fragmentado, cada una quebrando un pedacito de mi corazón a la vez: mi tía Arcenia, mi tío Arturo y mi Maruja, ellos son para mí – como dice la canción de Alejandro Saenz- hay gente que no consigues olvidar jamás, no importa el tiempo que eso dure; los 3 han vivido en esta casa. Cuando volví sola a esta casa, me advirtieron que tuviera cuidado, porque ellos o mi Bisabuela Juana que también vivió aquí y que está con ellos ya en el cielo, estarían rondando por aquí, que los espíritus siempre se quedan en los lugares donde han estado. Claro, cualquier persona hubiera huido despavorida, sin mirar atrás a llenar todas las esquinas de agua bendita y a traer 4 padres para que hagan 90 rezos, hacer 5 pagos a la tierra y matar 5 cuyes y 4 gallinas negras, pues ¿Qué creen? Lo que más ansiaba era poder volver a sentirlos aunque sea un ratito, la ilusión que me daba cruzarme con ellos al menos así, poder verlos, escucharlos, no lo sé, solo tenía una certeza ¿Cómo iba yo a tenerle miedo a alguien que amaba tanto? No me paso un segundo por la cabeza que alguien que me había amado tanto en la vida, me pudiera hacer algo, de hecho, saber que ellos iban a estar aquí conmigo, fue uno de los impulsores a que yo me venga a vivir sola a esta casa. Nunca los he visto, por más que yo he querido, nunca se han presentado ante mí, pero mentiría si les digo que nunca los he sentido: hay veces que entro en la cocina y huele a los guisos que preparaba mi Maruja, otras veces cuando estoy por olvidarme la llave siento de reojo que alguien pasa y al voltear recuerdo q estoy saliendo sin la llave, otras veces cuando me siento sola, suena en la radio la canción favorita de uno de ellos, alguna vez olvido donde deje algo y al voltear la cabeza lo encuentro; ellos siempre encuentran la forma de llegar a mí. Siempre he creído que todos somos energía y una parte de esta se queda en los lugares donde vivimos, donde somos felices, donde dormimos, donde comemos, donde estamos; en estas paredes hay tanta, la historia en ellas hace que seamos un foco energético luminoso que se ve desde la Saturno.

 Recuerdo que cuando mi tía y mi Maru se sentaban en la cocina a pelar habas y yo iba con un cuaderno a tomar nota de las historias familiares, de los nombres de tatarabuelos y de tías que nunca conocí, así me enteré de las fiestas que hacían en la casa, del duende del batán, del entierro de un tesoro que hicieron hace muchos años unos arrieros en el patio y que nunca nadie saco por temor al antimonio, supe también de los cuyes de la mamá Juanita y de los caracoles del jardín, supe del gusto de mi Maruja por usar las ollas viejas de maceteros y de cómo en el departamento de atrás han vivido todos mis tíos, supe cómo fue que mi hermana que cayó de las escaleras jugando con mi otra hermana, como se escondían mi Maruja y mi tía debajo de la cama cuando su mamá les quería pegar y supe también de el mejor lugar para esconderse cuando jugaban escondidas, ciertamente nunca supe porque tomaba nota de todas esas historias, solo pensaba que habían pasado tantas cosas que yo no sabía y que quería saberlo todo, no sabía que el tiempo con ellas se me estaba agotando y que era el mejor tiempo invertido de mi vida esas conversaciones sobre Chinanpatitas y tías monas que nunca entendí bien, quisiera poder cerrar los ojos y escuchar las risas de esas épocas, tengo la esperanza de que si pego bien la oreja a la pared podré escuchar algún eco aun. Sí, mi casa está llena de espíritus, vivo en una casa llena de mis amados espíritus familiares y todas las noches, cuando apago la luz y me toca cruzar por el patio oscuro o cuando tengo que atravesar el corredor oscuro que de pequeña me hacía correr de miedo, voy tranquila; cuando apago la luz de mi cuarto y me pongo a pensar que estoy sola y me quiere entrar un pequeño temor, recuerdo que hay tantos aquí conmigo, que cualquiera al entrar se espantaría de ver a tanto espíritu junto que no llegaría a poner los dos pies aquí  y saldría corriendo. Me siento segura, me siento protegida, me siento cobijada, sé que están aquí, los siento, mi corazón hecho bolita los percibe y en esa lejanía corporal de ellos, con 0.01% de su presencia aquí, yo soy feliz.

lunes, 4 de abril de 2022

 

75.- FLORECER


Leí por ahí en alguna red social que las plantas son los nuevo perros y los perros son los nuevos hijos, en esta generación actual, que sinceramente ya no sé si somos millenials, X,Y,Z, babybommers o lo que se ponga de moda, quiero decir que los 30tones de ahora, no nos estamos afanando tanto por tener hijos y la vida matrimonial, lo que hasta hace una generación los afligía tanto, ahora nos la llevamos más suave y si tienes una mascota en casa y una planta linda que consigues mantener viva, tienes el 80% de posibilidades de estar llevando una vida exitosa. Yo llegue a ambos placeres de manera curiosa, cuando regrese a vivir a mi casa, luego de mi experiencia capitalina de 5 años, la tuve clara y mi Berni- mi hija perruna- llego por default, lo de las plantas si fue una cosa más infructuosa. Esta mi casa, es la casa de mi abue, mi Marujita, con la que viví 15 años de mi vida; y cuando cierro los ojos, puedo sentir el olor delicioso de la cocina y verla a ella acomodando sus plantitas en el jardín. Claro está que cuando volví encontré casi todo seco y solo unas cuantas que milagrosamente sobrevivieron y como venían impregnadas del recuerdo de ella y de la magia que tenía en sus manos para hacer vivir hasta al apio seco que le vendían en la tienda, les puse empeño a ellas, solo a ellas, a las 5 plantitas que me quedaron de herencia, esas que estaban en la ventana que estaba frente a su mecedora y que a ella le encantaban mirar. Hasta que llego doña pandemia todo iba bien. Según yo, me fui por 15 días a la casa de mis papás a pasar la cuarentena, para no quedarme encerrada con la Berni y cachetear descaradamente la locura, sí más aun, las deje ahogadas de agua con la promesa de que ya volvía. Un año fue, un año me quedé allá, 3 meses me soñé con ellas, hasta que las sentí irse y con ellas un pedacito de ti también. Apenas pude volví, y increíble o no había una viva, la magia de las suculentas-es un tipo de planta, tranquis- rápido le eche agüita y con todo mi corazón le pedí que no se vaya también. A medida que se fue recuperando, me di cuenta que lo de ella no era estar solita, que eso no es bueno para nadie, ni para una plantita, así que me dije, bueno vamos por un par para poner aquí. No sé si fue el universo, el destino, los astros y los espíritus con los que camino, pero no había ves que saliera a la calle que no me topara con una persona que vendiera plantas ; y me había ido tan bien con las primeras, que decidí por qué no, darles más compañía. Siempre pensé que tenía mala mano, de hecho así era, cuando Marujita me pedía que trasplantara alguna, o que sembrara otra: ADIOS, chau plantita. Empecé mi aventura con las plantas con un miedo, ufff la de ruegos que les daba para que no se murieran, les conversaba bonito, pero así bien en serio para que se pongan machas y se queden conmigo, pero sobre todo con ella, que le gustaba mirar plantitas en su ventana. Sin darme cuenta se me lleno la ventana y no había donde poner más, me dije: OK, esto es todo. Salí a comprar a la tienda y había una señora vendiendo plantas, me acerqué a ver, tenía cactus, nunca antes quise cactus porque me daban miedo las espinas, no sé, los veía malos, como que me podían hacer daño. Me dijo cosas tan bonitas de los cactus y de la forma en la que bloqueaban las malas energías y como protegían la casa que me compré, con mucho miedo diré, uno y como me vio tan entusiasmada, me regalo otro: el universo, los astros, los espíritus, que sé yo. Bueno inauguré la sección cactus en la otra ventana que me quedaba libre. Recuerdo cuando era pequeña, que esta casa estaba siempre tan llena de plantas, como le gustaba a Marujita dedicarse a eso y tenía una mano maravillosa, donde sembraba hacía florecer: ollas con hueco, bateas rajadas, tazas quebradas, baldes de plástico; ella no necesito nunca de floreros para tener las plantas más bonitas, y la entrada de la casa era una fila larga de flores, enredaderas y plantas hermosas que te daban la bienvenida. Para mí fue duro dejarla ir, lo es todavía, mover sus cosas, descartar sus objetos, cambiar de lugar lo que ella dejó, es duro y difícil. Este año tomé mucho valor y saque del almacén las bancas, repisas y todo lo que encontré que me pudiera servir, para poder volver a armar la entrada de la casa de mis recuerdos. Me he dedicado con mucha amor a eso, he comprado maceteros por docenas, he comprado porta plantas, y ni que decir plantas; es gracioso, me gusta conversarles, cuando veo que se están secando las cuadro o les pregunto que les falta, cuando las veo tristes porque me voy de viaje un par de días les doy cariño, cuando les hecho agua converso con ellas de lo bonitas que son y de lo feliz que me hacen, ni que decir de cuando les bailo y les canto, basta! Yo sé que no me hablan, pero cuando veo que se abre una nueva flor o que les sale una hojita nueva, es como si me dijeran algo. Ojo que se me han muerto algunas, es una ciencia complicada esto: que si mucha luz, que si poca, que si mucha agua, que si poca, que si al lado de esta, que el macetero muy chico, que si detrás de esta otra, que muy cerca al piso, que muy cerca de la ventana, ufffff. 

De hecho he aprendido cosas muy bonitas de ellas, para mi- yo sé, es mi pensar- cuando tienen hijitos, osea les sale una inflorescencia, es para mi una señal de que son felices y que me devuelven un poquito del amor que les doy, mis nietos les digo; pensar que lo que más me costo fueron los cactus y son los que más veces me han hecho abuela y que nietos más hermosos tengo, hay cactitus bebes pululando por toda la casa y parecerá mentira, pero sus espinas me resultan suaves, nunca me han hecho daño. Me dan lecciones sin siquiera darse cuenta: tenía una planta bella, que no daba ni flor ni crecía, estaba dentro de la casa en el mejor lugar y nada, un día caminando vi una igual, hermosa llena de flores y recibiendo el sol directo, no tardo mucho es ponerse bellísima al moverla de lugar, lo mismo una que ya se me moría y al moverla de lugar me da tantas flores que ya no sabe más como gritar lo feliz que es, a veces no nos damos cuenta, pero no estamos en el lugar que nos permite florecer, por más que tengamos todo para ser feliz, ese no es EL lugar para nosotras. Ahora comprendo porque Marujita era tan feliz cuidando el jardín, plantando, cortando hojitas secas y echándoles agüita, me disipo, me escucho, me encuentro, la encuentro a ella también, pero con las manos llenas de tierra, siento que puedo liberar de todo y al ver sus flores me permito soñar en que un día, así como ellas, a pesar de todo también podré florecer de nuevo las veces que yo quiera.