75.- FLORECER
Leí por ahí en alguna red social que las plantas son los nuevo perros y los perros son los nuevos hijos, en esta generación actual, que sinceramente ya no sé si somos millenials, X,Y,Z, babybommers o lo que se ponga de moda, quiero decir que los 30tones de ahora, no nos estamos afanando tanto por tener hijos y la vida matrimonial, lo que hasta hace una generación los afligía tanto, ahora nos la llevamos más suave y si tienes una mascota en casa y una planta linda que consigues mantener viva, tienes el 80% de posibilidades de estar llevando una vida exitosa. Yo llegue a ambos placeres de manera curiosa, cuando regrese a vivir a mi casa, luego de mi experiencia capitalina de 5 años, la tuve clara y mi Berni- mi hija perruna- llego por default, lo de las plantas si fue una cosa más infructuosa. Esta mi casa, es la casa de mi abue, mi Marujita, con la que viví 15 años de mi vida; y cuando cierro los ojos, puedo sentir el olor delicioso de la cocina y verla a ella acomodando sus plantitas en el jardín. Claro está que cuando volví encontré casi todo seco y solo unas cuantas que milagrosamente sobrevivieron y como venían impregnadas del recuerdo de ella y de la magia que tenía en sus manos para hacer vivir hasta al apio seco que le vendían en la tienda, les puse empeño a ellas, solo a ellas, a las 5 plantitas que me quedaron de herencia, esas que estaban en la ventana que estaba frente a su mecedora y que a ella le encantaban mirar. Hasta que llego doña pandemia todo iba bien. Según yo, me fui por 15 días a la casa de mis papás a pasar la cuarentena, para no quedarme encerrada con la Berni y cachetear descaradamente la locura, sí más aun, las deje ahogadas de agua con la promesa de que ya volvía. Un año fue, un año me quedé allá, 3 meses me soñé con ellas, hasta que las sentí irse y con ellas un pedacito de ti también. Apenas pude volví, y increíble o no había una viva, la magia de las suculentas-es un tipo de planta, tranquis- rápido le eche agüita y con todo mi corazón le pedí que no se vaya también. A medida que se fue recuperando, me di cuenta que lo de ella no era estar solita, que eso no es bueno para nadie, ni para una plantita, así que me dije, bueno vamos por un par para poner aquí. No sé si fue el universo, el destino, los astros y los espíritus con los que camino, pero no había ves que saliera a la calle que no me topara con una persona que vendiera plantas ; y me había ido tan bien con las primeras, que decidí por qué no, darles más compañía. Siempre pensé que tenía mala mano, de hecho así era, cuando Marujita me pedía que trasplantara alguna, o que sembrara otra: ADIOS, chau plantita. Empecé mi aventura con las plantas con un miedo, ufff la de ruegos que les daba para que no se murieran, les conversaba bonito, pero así bien en serio para que se pongan machas y se queden conmigo, pero sobre todo con ella, que le gustaba mirar plantitas en su ventana. Sin darme cuenta se me lleno la ventana y no había donde poner más, me dije: OK, esto es todo. Salí a comprar a la tienda y había una señora vendiendo plantas, me acerqué a ver, tenía cactus, nunca antes quise cactus porque me daban miedo las espinas, no sé, los veía malos, como que me podían hacer daño. Me dijo cosas tan bonitas de los cactus y de la forma en la que bloqueaban las malas energías y como protegían la casa que me compré, con mucho miedo diré, uno y como me vio tan entusiasmada, me regalo otro: el universo, los astros, los espíritus, que sé yo. Bueno inauguré la sección cactus en la otra ventana que me quedaba libre. Recuerdo cuando era pequeña, que esta casa estaba siempre tan llena de plantas, como le gustaba a Marujita dedicarse a eso y tenía una mano maravillosa, donde sembraba hacía florecer: ollas con hueco, bateas rajadas, tazas quebradas, baldes de plástico; ella no necesito nunca de floreros para tener las plantas más bonitas, y la entrada de la casa era una fila larga de flores, enredaderas y plantas hermosas que te daban la bienvenida. Para mí fue duro dejarla ir, lo es todavía, mover sus cosas, descartar sus objetos, cambiar de lugar lo que ella dejó, es duro y difícil. Este año tomé mucho valor y saque del almacén las bancas, repisas y todo lo que encontré que me pudiera servir, para poder volver a armar la entrada de la casa de mis recuerdos. Me he dedicado con mucha amor a eso, he comprado maceteros por docenas, he comprado porta plantas, y ni que decir plantas; es gracioso, me gusta conversarles, cuando veo que se están secando las cuadro o les pregunto que les falta, cuando las veo tristes porque me voy de viaje un par de días les doy cariño, cuando les hecho agua converso con ellas de lo bonitas que son y de lo feliz que me hacen, ni que decir de cuando les bailo y les canto, basta! Yo sé que no me hablan, pero cuando veo que se abre una nueva flor o que les sale una hojita nueva, es como si me dijeran algo. Ojo que se me han muerto algunas, es una ciencia complicada esto: que si mucha luz, que si poca, que si mucha agua, que si poca, que si al lado de esta, que el macetero muy chico, que si detrás de esta otra, que muy cerca al piso, que muy cerca de la ventana, ufffff.
De hecho he aprendido cosas muy bonitas de ellas, para mi- yo sé, es mi pensar- cuando tienen hijitos, osea les sale una inflorescencia, es para mi una señal de que son felices y que me devuelven un poquito del amor que les doy, mis nietos les digo; pensar que lo que más me costo fueron los cactus y son los que más veces me han hecho abuela y que nietos más hermosos tengo, hay cactitus bebes pululando por toda la casa y parecerá mentira, pero sus espinas me resultan suaves, nunca me han hecho daño. Me dan lecciones sin siquiera darse cuenta: tenía una planta bella, que no daba ni flor ni crecía, estaba dentro de la casa en el mejor lugar y nada, un día caminando vi una igual, hermosa llena de flores y recibiendo el sol directo, no tardo mucho es ponerse bellísima al moverla de lugar, lo mismo una que ya se me moría y al moverla de lugar me da tantas flores que ya no sabe más como gritar lo feliz que es, a veces no nos damos cuenta, pero no estamos en el lugar que nos permite florecer, por más que tengamos todo para ser feliz, ese no es EL lugar para nosotras. Ahora comprendo porque Marujita era tan feliz cuidando el jardín, plantando, cortando hojitas secas y echándoles agüita, me disipo, me escucho, me encuentro, la encuentro a ella también, pero con las manos llenas de tierra, siento que puedo liberar de todo y al ver sus flores me permito soñar en que un día, así como ellas, a pesar de todo también podré florecer de nuevo las veces que yo quiera.
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