jueves, 29 de octubre de 2020

 


71.- La vida virtual.

 


Pienso en esto de la virtualidad, en este mismo instante mientras escribo esto y tengo una video llamada grupal con unas amigas y me hago presenten en un curso de la chamba. Antes acomodar la agenda era una locura, de hecho desde que salí de la universidad no puedo manejarme sin tener una agenda, acomodar el tiempo para estar siempre a la hora, atender todos mis asuntos, contabilizar mis horas de almuerzo y claro que en todo esto he tenido que dejar varias cosas pues se me sobreponían en horario, ahora podemos estar en 5 lugares a la vez y en los 5 quedar regios. Esto de la virtualidad es una locura, si bien es cierto nos da la facilidad de estar en distintos lugares al mismo tiempo, que desde el escritorio de nuestra sala podemos estar en clases universitarias, en la mesa de la cocina podemos estar en la junta de gerencia, desde el comedor podemos estar escuchando misa y sin decir la de talleres y cursos que se pueden hacer mientras uno está en el baño. Tómense  un seguro para analizar esto, que es algo que no nos detenemos mucho a pensar, también estamos abriéndole las puertas de nuestra casa a todos ellos, tal como lo dice ese comercial de pinturas, esa mancha de tu pared la está mirando tu jefe, esa araña aplastada en tu pared la miran tus alumnos. Yo tengo el chance de verlo desde 3 puntos de vista, desde la que da clases, la que recibe clases y la que escucha las clases de otro. Cuando supe que tendría que dictar clases virtuales, mi primera preocupación fue DONDE, es obvio que era en mi casa, el tema era el lugar, pase al menos 3 días buscando la pared idónea, esa pared que indique seriedad, compromiso de trabajo, vocación de servicio y profesionalismo: conclusión, no la encontré. Las paredes de mi casa tiene colomural – a mi mamá le encantaba y no sé porque hasta el día de hoy no lo hemos cambiado- el colomural es de niños  con flores en las manos y unos parajitos parados sobre unas plantitas, todos en una onda bien romanticona – es lo que hay señores- así que después de varias pruebas, ensayos y encuestas con mis amigas, decidí que sería frente al ropero, centro la cámara justo en la puerta de madera y no se ve más. Quiero hacer un pequeño stop aquí, para decir que yo nunca he sido muy amiga de las herramientas virtuales, las cosas básicas siempre han sido lo mío, esto de las aulas virtuales, moodle, meet, zoom,teens, outlock y no sé qué tantas cosas más se volvieron en herramientas indispensables y básicas para todos, en menos de una semana tenías que aprender cómo manejar todas esas salas, cambiar tus clases de formato, hacer que tus alumnos aprendan y volver tu casa tu nueva aula de clases, todo en una nomás. La primera clase que di, juro que no dormí bien la noche anterior, tuve pesadillas: que no podía prender el micro, que se me iba el internet, que entraba un hacker a enseñar penes o negritos africanos de ojos grandes, que el perro ladraba justo cuando estaba hablando, que había temblor, que mi maquina se colgaba…todo lo peor pensé, y siendo justos paso todo lo que menos imagine, el día de mi primera clase, me encerré en el cuarto pidiéndole a los Apus detener el tiempo 1h45m: a mi sobrino le tomaron examen sorpresa, así que estuvo gritando por su mamá para que lo vaya a ayudar, luego como dio mal el examen, lloró; mi sobrina tenía clases de música, así que se puso a practicar la flauta en la puerta de mi cuarto, se acabó el gas, así que mi mamá llamo a gritos a mi papá para que venga el del gas, que cuando vino desató los ladridos indiscriminados del perro; no quiero restarle importancia al señor que vende en su camioneta, que ese día se estaciono en la puerta a gritar por su megáfono: HUEVO, PALTA, MANGO, VERDURA FRESQUITA CASERA. Había pensado que me fallaría la tecnología, pero no había contado con el factor EL MUNDO AL REDEDOR. Pasando los detalles técnicos de ese lado, paso a lo que es dictar clases de manera virtual, mil veces prefiero un salón con 60 pubertos escandalosos, que una sesión virtual con 20 cuadraditos con nombres, hacerlos prender la cámara es más difícil que encontrar un político sincero. Nunca me sentí más sola que en el dictado de mis clases virtuales: Sr. Lopez, si está presente por favor encienda su micrófono, Sr Lopez? Sr. Lopez?- silencio sepulcral- bien le podré falta, aquí estoy profesora- el fantasma se manifestó. Ahora quiero ser sincera, yo hago lo mismo en los cursos, sobre todo en los que nos imponen en el trabajo. No les pasa que ahora que estamos en modo de trabajo no presencial, nos han llenado de cursos, talleres y reuniones. Antes te podías dar el lujo de salir de la chamba de dejar todo ahí: cosas buenas, malas y las que te emputaban; pero ahora no, te persiguen hasta a la hora de dormir. Se acabó oficialmente el horario de oficina, ahora tienes la obligación de “ponerte de camiseta” y estar disponible todos los días a todas las horas, en cualquier momento. Tienes reuniones de capacitación, interminables por cierto, porque siempre hay el sexagenario que no sabe ni como prender el micrófono, o el treintañero que no sabe cómo funciona el moodle (no nos llevamos muy bien), talleres de salud mental y física, los que por cierto duran como 2 horas- lo divertido que es escuchar por dos horas a una señora con voz dulcísima, enumerar una a una las cosas que tú haces todos los días y decir que esos son los peores hábitos de vida- después de eso están las reuniones de área, en la que el jefe o jefa aprovecha, cada ves de manera menos disimulada, para decirte que tu trabajo pende de un hilo y que si no te pones a disposición, puedes ir r rezando por el siguiente bono del estado. He recibido tantos cursos sobre cómo manejar el zoom, que debería a estas alturas de mi vida, ser una experta, casi una PhD en eso, pero los muy pendencieros lo actualizan cada dos meses, por lo tanto, en el momento que te sientes el Zeus de la sala porque sabes cómo borrar las pichulitas que dibujan los alumnos sobre tus diapositivas, los botones que te enseñaron deberías de presionar, han desaparecido. Quiero retroceder un poco a la frase “ponerse la camiseta”, es el pretexto perfecto que han encontrado en los trabajos para explotarte, no se a ustedes, pero a mí me llaman hasta a la hora del almuerzo, cuando creo que ya termine todo lo del día y apago la computadora, me llega un mail para decirme que tengo que llenar una nueva ficha o mandar evidencia, o ingresar los datos a un nuevo sistema de control, me paso más horas viendo la pantalla de mi computadora que a mí misma, en más de una reunión con mis compañeros me olvide que tenía un lápiz en el cabello o la chompa del pijama. Como testigo de las sesiones virtuales de mi familia, debo reconocer que he sido de lo peor, en una reunión de trabajo de mi hermana, le reclame porque no había jalado la bomba del baño, en una clase de mi sobrino me cruce por detrás en pijama y en una clase de mi sobrina no me percaté de que el micro estaba prendido y le sople la respuesta de lo que le preguntaba la miss.

A pesar de la distancia que debemos mantener, siempre se encuentra la forma de darle la vuelta a la situación y entramos la forma de mantenernos juntos, y aunque ya deben de haber fotos de mi dormitorio en el mapa de google y  de los numerosos comentarios sobre mi colomural de niñitos nórdicos, rubios y dulzones, nos queda aún para largo, así que toca seguir buscando locaciones y rezando para que el señor de los helados por un sol, no decida pararse nuevamente en mi puerta, el día que tomo examen oral.

 

jueves, 15 de octubre de 2020

 

70.- La cuarentona en cuarentena 

Estábamos todos muy frescos en marzo, me quejaba aun de mis horarios apretados en la chamba, recordaba con nostalgia mis días de playa mientras cruzaba los ríos que se formaban en las pistas para poder llegar a casa (si, llueve mucho en esas épocas en Arequipa), estaba de lo más tranquila, cuando llegó el rumor de una enfermedad que estaba dejando muchos muertos en China y de un día para el otro se convirtió en una realidad local que finalizó haciéndonos escuchar a todo el mundo una palabra que sólo habíamos leído en libros de historia, tal vez la habíamos oído en una película de terror o en esas de zombis donde las rubias, esbeltas y muy bonitas muchachas corren despavoridas- todo esto sin una gota de sudor- tal vez en esas series de médicos que están tan de moda o en alguna película de acción donde los terroristas amenazan con virus que pueden acabar con la humanidad – no me di cuenta de lo que escribía hasta que lo escribí- CUARENTENA ¿y qué es eso? ¿cuaren qué? ¿Va a venir alguien a comerse mi cerebro? ¿Va a venir Nicolás Cague a salvarnos? No es una realidad, sino hasta que te ves encerrada en tu casa, sin poder si quiera salir a botar la basura sin mascarilla. Aquí me quiero detener un poco, pues bien cierto es que el título de mi sincero, y salido de lo más profundo de mis huesos, articulo es: CUARENTENA EN CUARENTENA, debo aclarar para los seguidores (ja- ja-ja) que no es mi edad, me refiero a la de naciemiento, no tengo 40 aun, pero estos 7 meses me hacen parecer que los tengo. Volviendo a esto, hace 7 meses llegue a pasar los 15 días de cuarentena – si 15 días dijo el presidente- a casa de mis papás, junto con mi fiel Bernarda – mi hermosa perrhija- y una maleta con 7 calzones – uno para cada día de la semana y luego lavar- 3 pares de medias – delgadas, porque aún hacía calor- 2 buzos – para estar en la casa, sí, pueden reírse ahora- 2 polos, 1 chompa , 1 jean y 2 pares de zapatillas. La verdad que esa fue la maleta más vacía con la que he podido viajar alguna vez, no me juzguen eran 15 días de cuarentena ¿Quién iba a pensar que no sería así?  Quiero dejar en actas que he pasado con ese guardarropa ya por 3 estaciones: Otoño, invierno y primavera;  y sepan que a pesar de todos los golpes por los que les ha tocado pasar, aún no he tenido que zurcir ninguna media – ni calzon. Los problemas de vestuario han sido afortunadamente sobrellevados, gracias al maravilloso auspicio de mis hermanas y al beneficio que da ahora el trabajar virtualmente y que solo se te vea de la cintura para arriba. Volver a la casa de los papás siempre ha sido lindo para mí – más aun cuando es por tiempo DETERMINADO y ya tengo los pasajes de regreso comprados-  el plus en esta situación fue, que no solo yo volví a buscar refugio en la casa paterna. De vivir sola y tener una casa entera para mí, toca ahora convivir con 6 personas de diferentes edades, gustos humores y sabores, las que amo hasta los huesos, pero con los que no había convivido por más de 3 semanas y no en situación de encierro – siempre había de opción de salir a tomar unas chelas con los amigos y tomar un poco de aire. Como soy la que menos tiempo pasaba en esta casa, mi dormitorio se había vuelto el cuarto de estudios, las computadoras están instaladas aquí, tal como el librero de los escolares de la casa, mi cama queda en un espacio entre una y otra pc, bajo de la cual transita una infranqueable, muy confusa y sobre todo sospechosamente peligrosa, maraña de cables. A las 8:00am en punto inician las clases, por lo que debo de desalojar mi adoraba y calentita cama, para dar paso a las palabras de aliento, los consejos de aseo y la asistencia con cámara prendida de la tutora- quiero confesar que me caía súper bien, pero desde que empezó a tomar asistencia con cámara prendida, esto cambio- antes de partir, hay que retirar toda evidencia de presencia mía, así que a tender la cama y ordenar el espacio. El siguiente paso es buscar una cama donde poder terminar de despertarme, lo que siempre me toma mucho tiempo. 15 días se pasan en nada, me dije, así que respiraba y palante. Creo que esta cuarentena, la puedo dividir en 6 etapas:

1era la aceptación con duda, me encierro como me lo piden ¿pero será realmente necesario? Yo tengo que volver a trabajar, estamos a inicios de año y tengo un montón de cosas que hacer.

2da la aceptación con miedo: Ok, me quedo encerrada, pero ¿ya me habré contagiado? ¿Cómo voy a trabajar? ¿Me alcanzará el papel higiénico? ¿100 mascarillas serán suficiente?

3era el miedo con síntomas: Tuviste que salir a hacer las compras y aunque saliste forrado hasta las uñas, llegas a casa con tos y malestar general, tienes mareos. Para ti ya tienes el virus y te hechas a morir.                                                                                                                                                 

4ta el menosprecio: Empiezas a creer que todo es una conspiración para tenerte encerrado, que esto no es tan grabe, que están mitiendo, que nos quieren robar, que nos quieren engañar, que todos mienten, menos los de la gran orden mundial de hermanos mayores. Se te cruza por la cabeza la idea de tomar cloro para evitar al bicho.

5ta respetuoso temor: Se muere gente que conoces, dejas de dudar de esto, tienes alcohol en gel sobre todas las mesas de la casa, tienes un ritual muy estricto para todo aquel que ingresa a la casa, si es que dejas entrar a alguien: desinfección al 100%. Empiezas a sentirte cómodo en tu nuevo habitad de 4 paredes.

6ta la resignación: Te despiertas contento. La lejía y el limpia pisos se sienten parte de tu torrente sanguíneo, te haces llamar esperancito o esperancita con mucha normalidad.

Además de haber asumido como una responsabilidad personal la limpieza de la casa, le agarre un gusto culposo a la repostería, como me lamento de la hora que llegaron los recetarios a mis manos: Crema volteada, alfajores, compotas, kekes, alfajores de nuevo, macarrones, pye de lo que sea… no quiero continuar hablando de eso, porque me siento un poco mal de recordar la talla que subi. No había reparado en eso hasta que mi hermana encontró la balanza, no quiero seguir por ese camino, porque es un tema doloroso. Ya le había agarrado gusto a Netflix, pero acabe con él en un mes, por lo menos con lo interesante ¿no les pasó que ya no tenía nada más que dar? Es como esa relación que tienes por mucho tiempo y con la que estás bien, cómoda , tranquila, segura, pero ya no hay nada emocionante, nada nuevo que hacer, no tiene nada más que darte, pero que no lo quieres dejar, porque no sabes si lo que viene será mejor, entonces sin dejar tu seguridad, decides probar en otros lados a ver si te hacen sentir mejor o por lo menos igual, así llegue a los brazos de amazon, donde no me apena confesar, me siento muy satisfecha, más aun que con netflix y en búsqueda de más he tenido mis aventuras con fox y hbo; y esas son las aventuras más emocionantes en las que me he metido en estos meses.

Quiero hacer un punto y aparte para analizar un tema serio de cuarentena ¿Qué hay con los ex? El 50% de los míos me ha escrito, desde el más fresquito, hasta el de la secundaria: Hola, solo quería saber cómo estabas ¿Cómo? ¿Se presume que la necesidad en cuarentena sea tan grande que te va a dar una laguna mental? Y quiero decir también que el consejo de muchas de mis amigas, era que les conteste y empecemos a “juguetear” on line ¿Qué? Si bien hay muchas cosas que añoro estando en  cuarentena, una de ellas no es volver con un novio con el que ya cerré el libro, la necesidad no es tanta y aunque a veces la cosa se pone complicada, una buena refrescada de memoria, te ayuda a recordar porque es que las cosas pasaron como fue, no pienso permitir que otra parte de mi cuerpo que no sea mi cerebro, tome las decisiones por mí, por más que me presione y con fuerza.

Me duele el hombro, la muñeca, las rodillas y desde hace una semana el talón, me ha dado caspa y se me paso, me ha dado alergia y también se me paso, me salieron granos y alguno se me fueron también, dolor de muelas dos veces, me aumentó la medida de la vista, no quiero decir cuánto pero subí de peso, me tiembla un ojo distinto cada semana y tengo insomnio. Estoy sana, gracias al universo a Dios, a los apus y a todas las deidades que deseen, pero siento que en estos meses encerrada se me han caído encima unos 5 años encima, tengo la absoluta certeza que cuando pueda salir, me los sacudiré con vehemencia, ya casi tengo definido como será, espero que no sea corriendo por las calles esquivando zombis o dinosaurios o meteoritos o… ok basta de series.