miércoles, 10 de enero de 2024

 

 

 Enfermera humilde | Jose padre de jesus, Religión cristiana, Hermanas

 

78.- TIENES QUE SER HUMILDE

Vengo de un colegio católico, de monjitas muy creyentes; de esas que te dicen que ames y obedezcas, que calles y aceptes, esas cosas que antes estaban tan de moda para formar señoritas bien criadas y casaderas; grave problema para mí, porque desde chibola fui la delincuente de la mancha, entonces eso de estarle pidiendo a Diosito que nos enseñe a amar y a obedecer sin nunca cuestionar nunca fue lo mío. Pero me estoy yendo por la tangente, no es de la obediencia de lo que quiero conversar hoy, es de entre muchos de los valores que nos decían las monjitas que debíamos tener ( no voy a hablar de la virginidad con la que nos atemorizaron tanto, que la guarde hasta mis 30s, porque moría de miedo, otra historia que algún día contaré), nos pedían siempre ser humildes y la verdad entre todo lo que me rebelaba, no le veía un pero a eso, hasta le encontraba sentido, la verdad que yo nunca tuve grandezas de que ufanarme, siempre fui bien clase media, mis papás me mantenían bien, no tenía las cosas de moda, mi los discman, ni los mp3s que salieron de moda, ni las cámaras digitales; no, mis papás me mantenían y mi mamá me compraba lo que me hacía falta, así que andar así toda creída con algo nunca tuve y la verdad que aunque lo hubiera tenido nunca le encontré sentido. Recuerdo algo ahora, alguna ves mi padrino me regalo una radio, una bien sencillita la verdad, para poner su caset y escuchar su radio, pero como nunca había tenido algo así y el único que tenía en casa era mi papá, yo sentí que me habían regalado lo mejor del mundo, así como si hoy te regalaran un mercedes 0km, me recuerdo llegando al colegio y contándole a mis amigas -adolescentes cojudas, todas quiero adjuntar- y llegue yo pues, bien creída a contarles que me habían regalado una radio para poner su caset y que había podido grabar de la radio una canción de Alejandro Saenz y que era lo máximo y que… y claro pues la cara de todas y no falto la estúpida – recuerdo su nombre pero no lo pondré porque talvez lo lea la muy zorra, que no se entere que me afecto- ¿y? dijo la infeliz, todas tenemos una radio, pero para leer cd, eso ya paso de moda, que ridícula, lo que claro hizo que todas se rieran, pero como mi hermana me había dicho alguna vez, es mejor siempre reírte con ellos, que dejar que se rían de ti; así que me puse a reír como loca y como no se lo esperaban cambiaron el tema, pero yo me sentí bastante mal la verdad, recuerdo haberme llorado un poquito en el baño, pero después decirme a mi misma nunca más contar mis cosas, porque la gente era una lacra. 

                                                            

Y pues aquí me ven a mis 30s, sin contar nunca mis cosas, ni las buenas, menos las malas pues, es jodido ¿saben? Mi corazoncito se rompió un par de veces cuando les contaba a mi familia mis pequeños logros teatrales y me decían ¡ah, que bien! Pásame la sal, auchhhhhhhh, nadie saltaba ni me abrazaba como en las películas gringas, no manito, no más; dejé de contarles mis cosas también, solo cuando es inevitable les cuento, pero así como que son las 5 de la tarde o así como que esta lloviendo, nada transcendente ni nada especial, he llegado a la conclusión que mientras menos espero, menos posibilidades hay de que rompan mi corazón. Pero aquí quiero hacer una pausa importante, a esta edad que tengo, 38, puedo decir que he encontrado en mi vida, gente que me alegra el corazón, es increíble que en los lugares menos pensados encontré gente que me quiere y cuida tanto mi corazón, que me permite vivir en paz. Hace poquito nomás pensaba ¿quién me conoce de verdad?, solo dos personas, son de esas personas que me celebran hasta la más mínima victoria: ¿sabes qué? Si me acorde de comprar las pilas para el reloj – WUJUUU, ¿Sabes? Me vino la regla – EXITASO. Me pasó hace poquito y me quedé pensando, le conté a unos amigos muy queridos, que había empezado a estudiar una maestría, la que yo me estaba pagando y que cuando saque mi título iba a salir por las calles gritando que ya era magister, y me dijo: tienes que ser humilde ¿por qué? Por qué no puedo gritar al viento las cosas que consigo por mi merito, por mi esfuerzo, por mi trabajo ¿por qué? ¿Por qué estaría mal sentirme orgullosa de las cosas que yo consigo? ¿por qué esta mal? Nos han quemado tanto la cabeza que nos han hecho sentirnos avergonzados de decir las cosas que logramos, de esconder nuestros logros, de callarnos nuestra felicidad ¿por qué la gente que me quiere no estaría feliz de verme feliz, de verme crecer? Ahora yo tampoco estoy a favor de la gente que busca aprobación en todos lados, tengo un par de contactos en el Facebook, que ponen hasta cuando se les paso el estreñimineto, y la verdad que, si es una gran victoria eso, pero ¡vamos! ¿es algo que realmente todos necesitamos saber? Yo soy un poco más reservada con mis cosas, en general, antes me gustaba contarlo todo y tuve una conocida que me dijo: Todo lo cuentas y a nosotros ¡que nos importa!, quiero aclarar que cuando me lo dijo era mi amiga, ahora es una muy lejana conocida; en fin, de nuevo voy por otro camino, yo soy reservada para mis victorias, pero ahora tan cerca de los 40, tengo ganas de gritar todos mis logros, si señor ¿por qué no? Si me quieres te va a dar mucho gusto, si no, re vas a revolcar en tu bilis, pero eso me va a valer muchas hectáreas de pepino, me han pasado cosas tan bonitas, que no le pude contar a mis amigos porque me daba vergüenza, pucha que triste vida de tener que avergonzarte de las cosas lindas que te pasan, pero si me moría de vergüenza, de contar que había ganado un concurso de dramaturgia, que estaba estudiando una maestría, que me habían publicado en una pagina prestigiosa, me moría de vergüenza y no lo contaba, ¡cha! Que tonta, ya no ya, ahora lo quiero contar, no a todos claro, a la gente que quiero y que, de sobradas pruebas, que me quieren, a ellos que van a saltar de alegría cuando les cuente mis cosas -espero- a ellos si les quiero contar.  No creo que sea dejar de ser humilde, compartir con mi gente mi alegría, porque así como es importante tener un hombro donde llorar cuando hay pena, también hay que tener un abrazo cuando hay una alegría, y no me lo quiero volver a perder, no voy a dejar de ser humilde, porque siento que me falta muchísimo en el camino, pero si me voy a sentir orgullosa de lo que he conseguido, de lo que tengo, de lo que me merezco por mi trabajo, no voy a ser diferente a la que soy, no te voy a humillar por eso, quiero que seas feliz por mí, quiero que veas que yo pude y que de sobrada forma tu también vas a poder, quiero tener con quien compartir lo feliz que soy y que lloremos juntas por que vas a saber lo mucho que me a costado tener lo que hoy tengo. Pensaba también, si me pasara algo lindo ahora, ¿a quién sería la primera persona a la que llamaría para contar? Pucha que yuca, no lo sé, creo que voy a llorar un buen rato, y en esta dicha buscaré a la persona que se sienta tan feliz y orgullosa de mí, como yo lo este, creo que ya lo sé, ojala me conteste el teléfono, porque ¡nunca atiende!.